viernes, 16 de septiembre de 2011

MASCULINIDADES

El avance de la promoción de los Derechos Humanos y en este contexto el avance de los estudios de GÉNERO, que desnaturalizaron la diferencia sexual, dio lugar al surgimiento de preguntas y problemas sobre los hombres que hace apenas dos décadas no se habían contemplado: la paternidad, su vida emocional como varones, sus relaciones afectivas, su participación en la esfera doméstica y los significados de su vida sexual se volvieron motivo de reflexión en diferentes ámbitos. Así el análisis en torno a la masculinidad ha permitido impulsar el debate en terrenos que antes sólo habían estado asociados a la condición de las mujeres. Ello es el resultado de una preocupación teórica y política de sectores académicos y de las ONGs por identificar la forma en que los hombres viven en el mundo público sino también en sus relaciones personales y su existencia cotidiana, mientras que, por otra parte, es asimismo consecuencia de la preocupación de las agencias internacionales, gobiernos y organismos multilaterales por identificar el papel de los varones ante los grandes retos sociales: los cambios demográficos, la salud, la educación, la justicia y los derechos humanos.

El ser humano vive desde pequeño en una red de interdependencias que no se puede modificar o romper a voluntad, salvo que así lo permita la misma estructura de la red, aunque también es verdad que esta estructura de relaciones se reproduce en las prácticas de cada día y, por lo tanto, no existe fuera de los individuos ni de sus acciones cotidianas. Expresa una nota difundida por CIMAC (2002): en ella se señala que al concluir en Brasil la Conferencia Internacional de Hombres Jóvenes, los ahí reunidos se comprometieron a trabajar para acabar con el machismo. Esta declaración, políticamente importante en cuanto representa un compromiso activo por modificar un orden social injusto, tiene dos significados adicionales:por un lado, es evidente que se ha desgastado la legitimidad de un modelo de varón impositivo y violento (eje de la representación social del machismo) del que los participantes buscan distanciarse y, por el otro, muestra el equívoco de confundir la causa con el resultado al pensar en el machismo como única forma de ejercicio del poder cuando sólo es una de sus manifestaciones, además de que presupone que se trata de una característica individual de la que pueden desprenderse los hombres a voluntad sin tomar en cuenta las condiciones sociales que estructuran estas formas de relación. Tal vez el asunto más polémico y complejo cuando se trata de identificar el papel de los hombres en los procesos de transformación social de nuestros tiempos consiste en hacer depender su poder de sus atributos y no de la posición social que ocupan. Tanto se ha hablado de cuánto han cambiado los varones como individuos que cuesta trabajo volver los ojos hacia las configuraciones sociales que hacen posible ciertas formas de acción y relación. De ahí que sea necesario reflexionar respecto de los referentes teóricos sobre los que descansa el concepto de masculinidad en el marco del análisis de género. Abordar la masculinidad como parte de las relaciones de género: 1) permite comprender tanto los planos individuales como el social; la historia y las estructuras; las normas y las prácticas sociales; así como sus significados culturales; 2) supone la articulación del género con otros ejes de desigualdad social como la clase, la etnia, la raza o la generación; 3) establece la autonomía relativa de cada uno de estos ejes en tanto formas de organización específica con sus consecuentes marcadores de distancia, prestigio y poder; 4) enfatiza la importancia de las estructuras económicas, políticas, religiosas y sociales en la construcción de la masculinidad, así como el papel de los aparatos ideológicos; y 5) permite explicar las acciones sociales en términos de las relaciones individuales.

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